Un huracán llamado Cucu Diamantes


Unos tacones dorados de 12 centímetros castigan el asfalto hirviente de Santiago de Cuba al caminar, bajo las piernas esbeltas de Cucu Diamantes. Pertenecen a Ileana Padrón, el nombre con el que la cantante cubana fue bautizada, pero ella prefiere que la identifiquen con su sonoro nombre artístico. “Yo no me quería con mis padres –explicaba en un sillón de hotel en Cartagena, donde presentó su película Amor crónico, que acaba de ser estrenada en el New York Havana Film Festival–. Y no me gustaba mi nombre, me parecía aburrido para una artista. Entonces me inventé este nombre de Cucu Diamantes, que tiene que ver con lo que yo hago”.

Y lo que hace es cantar, pero también actuar. Y a veces, escandalizar. En las noches del Festival de Cine de Cartagena, donde Amor crónico participó en la sección ‘Cine bajo las estrellas’, cada vez que Cucu entraba a un bar, irrumpía como un huracán. Los hombres volteaban a mirarla con deseo, las mujeres con envidia y los gais con admiración.
Su minifalda apretada y un puro cubano en la mano parecían iniciar una coreografía, seguidos de cerca por su productor musical, el venezolano Andrés Levin. “No es intencional, es inevitable”, advierte este.Cucu Diamantes
La escena de los tacones es el comienzo de su película, la primera coproducción cinematográfica cubano-estadounidense en más de medio siglo, que cuenta con un reparto insólitamente estelar: es el debut como director en solitario del prestigioso actor Jorge Perugorria; es producida por la estadounidense Sarah Green, que fue nominada al Óscar por El árbol de la vida, en 2011; actúan estrellas del cine cubano como Vladimir Cruz y Mirtha Ibarra, y la música es compuesta por el propio Levin, ganador de premios Grammy y productor de Miguel Bosé, Ana Torroja, Carlinhos Brown y del aclamado musical de Broadway In the Heights, entre otros.
Pese a todo, lo más llamativo del filme es la presencia arrolladora de Cucu Diamantes. La cámara la sigue durante una gira verídica de dos semanas por nueve ciudades cubanas, cuya enumeración parece un verso de Compay Segundo: Santiago de Cuba, Bayamo y Gibara. Camagüey, Cabaiguán y Cienfuegos. Santa Clara, Matanzas y La Habana.
Un puñado de conciertos, en los que la voz ronca de Cucu, sus mensajes de arenga feminista y su estética extravagante, casi kitsch, hablan por sí solos de la vida de la artista:
“Yo fui inmigrante dentro de La Habana. Nací en realidad en La Habana vieja, en la parte colonial, pero como éramos muchos, me fui a vivir con mi abuela, que se mudó al gueto de La Habana, llamado Párraga, un barrio muy religioso y afrocubano que es como el Bronx. Viví ahí hasta los 9 años, cuando mi tía gay y su pareja, que llevan 30 años juntas, construyeron un edificio en El Vedado, frente al malecón. Así que viví de niña la intolerancia en el barrio. A mi tía le gritaban y toda esa cosa...”
En la cinta, el primero en sumarse a la gira musical es un enano apodado ‘Guarapo’. La imagen onírica de los dos bailando en traje de ballet es también una referencia de infancia, pues la cantante tuvo un amor platónico similar, desde que tenía 5 años: “Solo hasta cuando yo cumplí 9 años me mencionaron que ese amigo era un enanito, porque yo pensaba que era un niño fumando tabaco. Yo lo veía atractivo, con su mujer, que era la rubia más bella del barrio, y sus hijos nacieron sin genes de enanismo. Así que le conté a ‘Pichi’ (como llaman a Perugorria) y él metió eso en la película. Me gusta la diversidad, mostrarla en todos sus aspectos”.
Cubana de Nueva York
A los 17 años, Cucu Diamantes se fue a Roma, a estudiar Historia del arte y Restauración, gracias a una beca. En las noches, trabajaba como escanciadora de vinos en una enoteca del barrio bohemio del Trastevere. Y por la mañana, a la escuela.
Cuando terminó, un amigo baterista la convenció de irse a Nueva York en pos de la música. Tenía 21 años. En la capital del mundo, se rodeó de amigos, conoció a Levin y juntos crearon el grupo Yerba Buena, que mezclaba sonidos del hip hop y el soul neoyorquino con las raíces afrocubanas de la rumba y el boogaloo. Cucu nunca perdió el sabor habanero, los aromas recios que lleva adheridos a la piel.
“De niña, mi abuela me decía ‘Vete al fogón y préndeme el tabaco’. Un tabaco muy fuerte, además. Y el sabor me fascinaba. Mira que de niña la leche no me gustaba, y mi abuela le echaba café para que me la tomara. Soy adicta al café. Son cosas muy genuinas de nuestras culturas”.
En busca de esas raíces, quiso volver a Cuba. Y encontró la excusa perfecta en el concierto Paz sin fronteras, que organizó Juanes en La Habana, en el 2009.
“La reacción del público natural fue tan fuerte que quedé con ganas de hacer estos conciertos. Una élite muy pequeña de Cuba nos conocía por el grupo Yerba Buena y estaban como excitados por la presentación. Después de esto, nos fuimos a la casa de Pichi y le expresé ese deseo. A él lo había conocido años atrás, en una fiesta de fin de año en su casa, que son las fiestas más famosas de La Habana. Pichi decía, ‘Cucu, cuando yo te conocí, me pareciste salida de una película’. Entonces, me propuso: ‘¿Y por qué no te lanzas con una gira por todo Cuba y hacemos un documental?’ ”.
A los pocos meses, se organizó una caravana surrealista de 50 personas, un equipo de luces, cámaras y aparatos de edición, a bordo de un bus con un zapato gigante de tacón amarrado al techo. “Cucu dormía dos horas por noche –recuerda Levin–; luego, filmación durante el día, prueba de sonido y dos horas y media de concierto. Cucu se cambiaba tres veces de ropa. Y en seguida, partíamos a nuestro siguiente destino”.
Los músicos que la acompañaron son egresados del Instituto Superior de Artes de Cuba, todos músicos de primera: el bajista toca con Chucho Valdés; el trombonista, con otras orquestas. En el primer concierto, se aparece Alexander Abreu, considerado uno de los mejores trompetistas del mundo. Y toca un solo que enciende a la gente.
“En Matanzas, llegamos al ensayo y todo salió de una, eso fue un poco de ron, puerco y al escenario”, apunta Levin, que ha llevado Amor crónico a festivales como el South by Southwest, los de Cartagena y Miami, el San Diego Latino Film Festival y ahora estuvo en Nueva York. Las críticas se han dividido entre buenas y malas, pero es innegable la atracción que genera su protagonista.
Para las minorías
En sus letras, la diva cubana porta las banderas de la diversidad, de la comunidad homosexual. “Hay gente que piensa que mi nombre es como de travesti”, suelta Cucu con una carcajada. Pero la alusión no es gratuita, ya que todo su entorno tiene un estilo gay.
La letra de Vengo, uno de los cortes de la cinta, dice: “Vengo a sacarte lo que llevas dentro, a quitarte todos esos miedos que no te dejan vivir. Tengo un segundo para darte tanto y en tu vida ya no habrá más llanto, un día nuevo va a venir”.
La banda sonora, que ya se consigue en iTunes, tiene 25 temas, incluyendo un número final con Los Van Van. Hay de todo: aires de salsa, de cumbia y de blues melancólico, pero todo con la fuerza de ciclón que lleva dentro la artista: “Yo soy una persona feliz. Me gusta transmitir alegría, felicidad. Yo digo que soy estudiante de la vida”.
En Cartagena, la proyección de Amor crónico motivó aplausos del público, que se conectó con el espíritu coqueto de Cucu Diamantes. Por eso, ella quiere regresar al país, quizás para una presentación musical. O para volver a presentar su película.
“Quisimos que el título fuera Amor crónico, porque esa sería la enfermedad perfecta, yo no quiero un antídoto para ella. Amor por todo, por los amigos, por la música”, sentencia Cucu, dejando una estela de humo y un camino de lentejuelas. 
Julio César Guzmán
Editor Cultura y Entretenimiento