Cuatro minutos de pura adrenalina en Pamplona

En cuatro minutos de pura adrenalina, miles de "mozos" de todo el mundo participaron este domingo en el primer encierro de las fiestas de San Fermín, que abrió un ritual que se repetirá todas las mañanas en esta ciudad norteña de España hasta el próximo día 14.
A primera hora de la mañana, los últimos juerguistas de la noche abandonan las calles del centro histórico de Pamplona, dejando paso a otro público que va tomando posiciones a lo largo de las vallas de protección que delimitan el recorrido de 848,6 metros por el que correrán toros y mozos.
Las estrechas callejuelas, que forman parte del recorrido, se van llenando poco a poco con los miles de mozos vestidos de blanco con su pañuelo rojo al cuello que calientan antes de la carrera con los astados.
A las ocho de la mañana en punto se abren las puertas del corral, liberando a los seis mastodontes de más de media tonelada, que esperaban ahí desde la tarde del día anterior.
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En este primer encierro han resultado heridos y hospitalizados un australiano, un estadounidense, un británico y un español, todos ellos por diversos traumatismos, aunque ninguno por las tan temidas cornadas de los animales.
En 4 minutos y 6 segundos, los toros recorren el camino hasta el coso de la ciudad, superando sin problemas las curvas más peligrosas del recorrido como la de Mercaderes, que forma un ángulo de 90 grados en la que suelen resbalar y amontonarse hombres y bestias.
"Es adrenalina pura", dice tras la carrera Ben Bannister, un londinense de 28 años que acaba de vivir su bautismo de fuego.
Al igual que él, pero a sus 61 años,ha venido Rex Parris, alcalde de la ciudad californiana de Lancaster, que ha corrido por primera vez ante los toros.
Este estadounidense de barba blanca acaba de vivir "una experiencia maravillosa", aunque reconoce haber pasado miedo ante uno de los astados.
"He pasado miedo, claro. Pero, para esto he venido", afirma, prometiendo volver porque "es uno de los eventos más maravillosos del mundo".
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Algunos mozos corrieron junto a los toros, guardando un ojo sobre la res y con un periódico en la mano, con el que algunos azuzaban al animal. Otros muchos se conformaron con acompañar la carrera.
Tras los 20.700 corredores que participaron en 2012 en los ocho encierros de las fiestas, algunos de los mozos más experimentados ven con preocupación la llegada de tanto novato.
"La carrera ha sido muy, muy peligrosa. Hay demasiada gente, gente sin experiencia, que no sabe valorar donde está el peligro", dice Marcos Sales, un corredor español de 35 años, que ha venido de Castellón, en el este del país y que ya ha participado seis veces en estas fiestas de San Fermín, pero no ha vuelto a correr desde hace tres años.
Para él, el peligro viene por el excesivo número de corredores y la inexperiencia de algunos de ellos: "Cada año viene demasiada gente y los encierros se convierten en algo muy peligroso. Son gente que viene de fuera y no son conscientes del peligro".
"Este año al final no pasó nada, pero hubo un momento muy peligroso, al llegar a la plaza de toros, hay toros que se quedan rezagados, se quedan solos, la gente no sabe como reaccionar, se aglomera. Caen", explica.
Marcos ha venido con un grupo de amigos para celebrar una despedida de soltero, pero en una ciudad donde todo es fiesta, se toman muy en serio el peligro que hay en un encierro.
Cada año, entre 200 y 300 mozos resultan heridos y desde 1911, cinco personas han muerto, el último, un español en 2009.
"A las once estábamos durmiendo para correr en condiciones. El alcohol es una cosa y los toros es otra. Mezclar las dos cosas es peligroso", asegura Julián Tebar Almena, de 43 años, uno de los amigos de Marcos.
Para él también, que no había vuelto a San Fermín en doce años, el ambiente ha cambiado: "antes se hacía fiesta, pero la gente que venía a correr el encierro, venía a correr el encierro. Ahora no". AFP
EA