Manifestantes otorgan tregua al gobierno de Brasil

Cristiano Gulias dio una buena calada a su pequeño puro e hizo lo impensable: Inició una discusión política en una cafetería un día después de que la selección brasileña de fútbol ganara un campeonato importante, en lugar de debatir el desempeño del equipo.
Él forma parte de un fenómeno posterior a las protestas, la rápida politización de un país cuyo pueblo finalmente ha
"despertado", mientras millones de brasileños lanzaron consignas durante cientos de protestas en las últimas dos semanas.
Los movimientos masivos que recientemente enviaron a más de un millón de personas a las calles en una sola noche han ido disminuyendo. Pero han dejado tras de sí un debate político generalizado y persistente en un país en que la apatía hacia el gobierno era endémica tan solo pocas semanas atrás. Personas como Gulias hablan sobre reformas políticas en cafeterías, elevadores y hogares, con una energía que Brasil no había experimentado en décadas.
Observadores políticos en Brasil dicen que tras una desconcertante semana de silencio luego de que las protestas multitudinarias estallaron el 17 de junio, la presidenta Dilma Rousseff tiene ahora una mayor comprensión de la poderosa oleada política que ha arrasado a Brasil y está respondiendo a ella. Sus acciones han tranquilizado temporalmente el movimiento en las calles, pero la atención de los votantes depende directamente de los líderes y sus propuestas para mejorar los deficientes servicios públicos y combatir la corrupción.
"Ahora es tiempo de que la gente se siente y negocie con nuestros líderes", dijo Gulias, de 84 años, que apoya firmemente a los manifestantes, en una cafetería en Sao Paulo mientras otro cliente frecuente del lugar asentía con la cabeza. "Luchamos por el cumplimiento de un millón de promesas que los políticos nos han hecho. Hemos exigido que nuestras voces sean escuchadas".
Pese a que una encuesta mostró un declive de su popularidad, algunos sostienen que Rousseff ha empezado a responder al mostrarle a Gulias y a otros brasileños que desea que ellos sean escuchados dentro de un sistema político del que prácticamente todos los ciudadanos se han quejado desde que dejó de prestarles atención.
El martes, la presidenta entregará al Congreso sus recomendaciones sobre qué temas deberían ser incluidos en un plebiscito a nivel nacional sobre una reforma política, incluyendo: Cómo deben ser financiadas las campañas; cómo deberían ser elegidos los congresistas; si se debería poner fin a los votos secretos en el Congreso; si el sistema de coalición partidista para elegir sustitutos y dirigentes de la ciudad debería ser vetado; y si debería dejar de permitir reemplazos temporales para senadores cuando ellos asumen otro cargo. Ahora depende del Congreso convocar al plebiscito.
Eso ha ayudado a poner fin a las enormes protestas, si bien siguen apareciendo diariamente de manera más pequeña y esporádica. El martes, los camioneros que protestan contra las cuotas de peaje bloquearon caminos en ocho estados, afectando la circulación vehicular en algunas zonas.
Lo que también ayudó a Rousseff fue el final de la Copa Confederaciones de fútbol el pasado fin de semana en el que Brasil resultó triunfador, y el inicio de las vacaciones escolares de invierno en el país sudamericano. El torneo molestó a los ciudadanos por los miles de millones de dólares invertidos en estadios mientras soportan escuelas y hospitales escasos de fondos. Las protestas fueron organizadas inicialmente por estudiantes universitarios.
"Ella se tomó su tiempo, pero desde que respondió por primera vez Dilma está ofreciendo respuestas y planteando propuestas que atienden las preocupaciones de los manifestantes", dijo Helena Singer, una socióloga y profesora de la Universidad de Sao Paulo. "Su fuerte respaldo a la reforma política fue enérgico. Ha hecho propuestas sobre atención médica y educación, temas que estuvieron en la agenda de los manifestantes. Lo peor que hizo fue el retraso, pero ahora está respondiendo a los manifestantes".
Además de presionar al congreso para aprobar un plebiscito que dé a los brasileños la oportunidad de votar sobre qué tipo de reforma política quieren ver, Rousseff agregó que desea que las regalías petroleras financien la educación, anunció una nueva inversión de 23.000 millones de dólares en transporte urbano, y anunció que importará miles de médicos extranjeros para trabajar en zonas pobres sin servicios de salud suficientes.
"La economía no está creciendo y los precios están subiendo. La gente ya no puede consumir tanto como quiere, lo cual crea descontento y temor en la clase media", dijo Alexandre Barros, del grupo de riesgo político Early Warning en Brasilia.
Los resultados de una encuesta a nivel nacional del respetado instituto de encuestas de opinión Datafolha publicada el domingo por el diario de mayor circulación del país, Folha de S. Paulo, lo respalda. Mostró que el 38% de los brasileños piensa que su poder adquisitivo va en declive, en comparación con 25% hace un año. También reveló que el 44% de los encuestados piensa que el desempleo aumentará, 13 puntos porcentuales más que el resultado del año pasado.
La misma encuesta de Datafolha halló que el 30% de los entrevistados consideró que el gobierno de Rousseff es "grandioso/bueno", una evidente caída con respecto al 57% que había respondido de la misma manera en sondeos realizados tres semanas antes del inicio de las protestas.
Datafolha entrevistó a 4.717 personas entre el 27 y 28 de junio. La encuesta tiene un margen de error de 2 puntos porcentuales.
DJ