Cómo el uso de tu smartphone está afectando tu cerebro

Algunas  de los nuevos teléfonos hacen nuestra  más simple, pero también debemos aceptar que están cambiando nuestra vida de una forma no tan positiva.
En los últimos años se ha popularizado el uso de smartphones. Cada vez más personas acceden a ellos y a sus cientos de aplicaciones que prometen facilitar nuestra vida.

Los smartphones y las relaciones humanas
La  y las  virtuales cambiaron el modo en que vivimos nuestra vida. Si bien cada persona es diferente, debemos aceptar que en mayor o menor medida todos estamos inmersos en un mundo muy diferente al de hace 15 años atrás.  que no todo es culpa de los smartphones y la tecnología, los culpables también somos nosotros mismos. La tecnología es una herramienta, y somos las personas las que la usamos bien o mal.
Hoy en día la tecnología que nos conecta con el resto del mundo está al alcance de la mano en cualquier momento y en cualquier lugar: la llevamos en el bolsillo. Pero a la vez, la misma tecnología nos desconecta de nuestro entorno más cercano y las relaciones personales cara a cara.
Cómo los teléfonos inteligentes afectan nuestro cerebro
El primero de los efectos físicos o mentales que tiene el uso intensivo de la tecnología de las comunicaciones es el estrés. Así como los teléfonos inteligentes y las tablets nos proporcionan aplicaciones fáciles de usar que simplifican algunas de nuestras tareas cotidianas, también nos generan estrés y preocupaciones.
La simpleza de los smartphones nos permite realizar muchas tareas a la vez. Por ejemplo, con un teléfono inteligente puedo mantener varias conversaciones con personas diferentes, a la vez que chequeo mis e-mails, las noticias del día y el reporte del tiempo.
Y es cierto, en principio, poder hacer muchas cosas a la vez es bueno: ahorras más tiempo, estás más enterado de las cosas que suceden y estás más en contacto con personas que no ves personalmente de forma habitual.
Sin embargo también produce mucho estrés a nivel del sistema nervioso central porque el cerebro debe adaptarse a procesar mucha información de manera cada vez más rápida y desordenada, que además suele provenir de múltiples dispositivos. Esta adaptación del cerebro impacta negativamente en los procesos de aprendizaje.
Privación del sueño y pérdida de memoria
La privación del sueño es otro de los efectos que tiene el uso intensivo de la tecnología, en nuestro cerebro. La posibilidad de llevar Internet a cualquier lado, incluso a la cama por las noches, mantiene a nuestro cerebro en estado de alerta y no permite un correcto descanso.
Estar hasta muy tarde en la noche atento a los juegos electrónicos y las redes sociales puede conducir a desarrollar trastornos de sueño muy difíciles de tratar y revertir. A su vez, los problemas de sueño tienen aparejados trastornos de personalidad y demás problemas de salud.
La pérdida de memoria también es uno de los efectos negativos del uso de la tecnología, pero nuevamente es necesario comentar que lo malo no es la tecnología en sí misma, sino el uso que nosotros le damos.
Las grandes cantidades de información repetida y desordenada que recibimos permanentemente son muy difíciles de procesar para nuestro cerebro. Ello naturalmente implica que hagamos una selección de lo que retenemos y lo que descartamos. De este modo, el cerebro poco a poco se acostumbra a descartar información que en realidad puede ser muy importante.
¿No has notado que cada vez te resulta más difícil estudiar? ¿O qué, por ejemplo, es muy difícil concentrarte en una cosa a la vez? Ello es producto del ritmo de vida que llevamos, y está directamente vinculado al mal uso, o al uso intensivo o irracional, de la tecnología.
Es innegable que la tecnología pone a nuestro alcance información a la que no podríamos acceder de otro modo. Sin embargo un mal uso de esa tecnología de hecho puede conducir a no poder asimilar correctamente esa información y además estar más expuesto a riesgos para la salud.
Nuestro cerebro está cambiando y los cambios son buenos, pero requieren tiempo. La última década ha sido demasiado intensa en cambios tecnológicos y ciertamente nuestros cerebros no están preparados para evolucionar tan velozmente
Fuente: Ojo científico